En este nuevo blog post, queremos profundizar en la naturaleza de uno de los principales inversionistas de venture capital a nivel global: los endowments. Además de su importancia para nuestra clase de activo, los endowments cumplen un rol estratégico y ofrecen una ventaja competitiva a menudo no percibida, que puede extrapolarse a fondos patrimoniales, reservas de empresas, oficinas familiares y cajas de compensación, entre otros.
Históricamente, en América Latina se ha privilegiado el trabajo como motor de ventaja. Sin embargo, el paradigma está cambiando. Cada vez más, instituciones entienden que las inversiones de capital, cuando está bien estructuradas, diversificadas y gestionadas profesionalmente, son también una fuente de resiliencia y crecimiento. En ese contexto, los endowments son la expresión más clara de cómo el capital puede operar con visión de largo plazo, superar ciclos y sostener misiones institucionales por generaciones.
En esta publicación queremos explorar una idea potente: estructurar profesionalmente el patrimonio de una institución no es solo una buena práctica financiera, sino una fuente real de ventaja competitiva, donde el venture capital juega un rol fundamental en la composición del portafolio.
Fondos a perpetuidad
Para empezar a hablar de endowments, lo primero que debemos hacer es entender qué son. Una definición amplia y general nos dice que los endowments son fondos de capital permanentes que, típicamente, provienen de donaciones y excedentes operacionales acumulados. Su objetivo principal es apoyar las necesidades financieras de las organizaciones para garantizar su perdurabilidad en el tiempo.
En el contexto universitario, un endowment garantiza estabilidad financiera e independencia operativa a largo plazo. Las transferencias, del fondo a la universidad, permiten reducir la dependencia de ingresos estudiantiles. De hecho, en EE. UU., los endowments aportaron cerca de USD 30 billones en 2024, de los cuales un 48% se destinó a subsidiar matrículas (Commonfund & NACUBO, 2025).
Más allá del apoyo a los estudiantes, los endowments financian investigaciones de largo plazo, permiten atraer y retener al mejor talento académico, invertir en infraestructura de primer nivel y consolidar un círculo virtuoso de equidad, prestigio y sostenibilidad: una verdadera receta para la excelencia institucional. Su capacidad de financiar actividades estratégicas sin depender de ingresos operacionales los convierte en plataformas autónomas, incluso en contextos económicos adversos. Lo anterior guarda paralelismos con otras industrias y modelos de negocio que, al contar con fuentes de capital complementarias, logran impulsar procesos de transformación sostenidos sin depender exclusivamente de sus ingresos operativos.
A continuación, se presentan los principales endowments universitarios en Estados Unidos:
Gráfica 1:
Sin embargo, estos fondos no son de libre disposición y deben cumplir con propósitos específicos. Por ejemplo, en Yale, el 75% del capital del endowment tiene un propósito específico definido por los donantes (Yale, 2025). En otras industrias y estructuras patrimoniales, contar con un propósito claro fortalece la esencia del proyecto y facilita el cumplimiento de su misión.
Composición de portafolio y el rol del venture capital
Para adentrarnos en este mundo, es inevitable mencionar a David Swensen, director de inversiones de la Universidad de Yale en EE. UU. entre 1985 y 2021. Swensen revolucionó la inversión de endowments con lo que se conoció como el "Modelo de Yale", alejándose de la tradicional combinación 60/40 de acciones y bonos para adoptar un portafolio altamente diversificado con importantes asignaciones en activos alternativos. Para Swensen, la incorporación de activos alternativos tiene como propósito mejorar los retornos ajustados por riesgo a largo plazo. Aprovechando el horizonte perpetuo del endowment, busca una diversificación real — dada la baja correlación con los activos tradicionales — , captura primas por iliquidez y acceder a gestores capaces de generar alpha en mercados menos eficientes.
Los casos de Yale y Harvard son casos de éxito claros. El tamaño de sus endowments es incluso mayor que el PIB de países como Honduras o El Salvador. Una de las principales razones del éxito es la creciente exposición a activos alternativos. Desde el 2003, los endowmnets en EE.UU han incrementado sus inversiones en activos alternativos convirtiéndose en el tipo de activo principal de sus portafolios (ver gráfico 2).
Gráfico 2:
La exposición a activos alternativos permite capturar primas por iliquidez y acceder a gestores con capacidad para generar resultados extraordinarios. Dentro de este universo, el venture capital se destaca como una clase de activo potente que supera las rentabilidades de índices como el NASDAQ en el largo plazo. Esto se refleja en el gráfico 3, donde se comparan las rentabilidades anualizadas del venture capital y otros índices durante un periodo de 25 años, y el venture capital supera a todos.
Gráfico 3:

Un caso ilustrativo se dio en 2021, cuando Yale reportó una rentabilidad anual del 40.2% y Harvard alcanzó un 33.7% (Yale Daily News, 2022). Estos resultados extraordinarios estuvieron fuertemente impulsados por una alta exposición a venture capital, en un entorno marcado por condiciones excepcionales de liquidez. En el caso de Yale, más del 23% del portafolio está asignado a venture capital, como parte de una estrategia estructural diseñada para capturar valor de compañías que permanecen privadas por más tiempo (Yale Daily News, 2022). Esta realidad, cada vez más evidente, dificulta el acceso a oportunidades de generación de alpha desde el mercado público de valores, y refuerza la necesidad de contar con vehículos especializados capaces de identificar, acompañar y escalar innovación desde etapas tempranas.
Sin embargo, no todos los endowments tienen la escala de Harvard, Yale o Stanford. En Estados Unidos, el 11% de los endowments concentra el 75% del capital total (Commonfund & NACUBO, 2025). Aunque el tamaño promedio de estos fondos es de USD 1.2 billones, la mediana apenas alcanza los USD 203.3 millones (Forbes, 2022), lo que evidencia una fuerte asimetría en el ecosistema. Esta diferencia no solo se manifiesta en el tamaño, sino también en las estrategias de inversión (ver gráfica 4).
Gráfico 4:
Un fenómeno particularmente interesante, reflejado en la gráfica anterior, es la preferencia de las universidades con endowments de menor tamaño por el venture capital, incluso por encima de private equity y real estate. De hecho, si analizamos únicamente venture capital y private equity, se evidencia una preferencia marcada por el venture capital entre los endowments cuyo tamaño es inferior a un billón de dólares (ver gráfica 5). Esta elección refleja una comprensión estratégica del rol del capital en el largo plazo. Aunque el venture capital es una clase de activo más ilíquido, las universidades con endowments más pequeños comprenden que una parte de su portafolio debe orientarse a horizontes más largos para capturar oportunidades de alto crecimiento y acceder a retornos extraordinarios.
Gráfico 5:
Otro factor diferencial relevante en la composición de portafolio es que los fondos más grandes pueden tomar decisiones con horizontes más amplios sin la necesidad de asumir mayores niveles de riesgo. Si bien la volatilidad, medida por la desviación estándar, tiende a ser mayor en estos fondos, la diferencia no es lo suficientemente significativa como para atribuirle un impacto determinante (ver gráfico 6). Esta capacidad de operar con una lógica de largo plazo habilita la posibilidad de incorporar activos con altos retornos que no tienen cabida en una estrategia convencional 60/40.
Gráfico 6:
En ese contexto, los activos alternativos se consolidan como una herramienta eficaz para fortalecer la diversificación del portafolio, no solo por su potencial de retorno, sino también por su baja correlación con los activos tradicionales. De hecho, el venture capital destaca como el activo alternativo con menor correlación respecto a inversiones convencionales en renta variable y renta fija (ver gráfico 7), lo que lo convierte en un componente clave para construir portafolios más resilientes y rentables.
Gráfico 7:
Sin embargo, incorporar venture capital en la estrategia de inversión exige una aproximación cuidadosa. Si bien juega un rol principal en la generación de valor para los endowments y tiene el potencial de ofrecer retornos superiores a cualquier otra clase de activo, también presenta la mayor dispersión en sus resultados. Por ello, resulta fundamental gestionar esta clase de activo mediante una rigurosa selección de gestores y una adecuada diversificación de portafolio.
Desafíos al incorporar Venture capital
En el venture capital, identificar a los mejores gestores y construir un portafolio bien gestionado es una tarea compleja que requiere experiencia, análisis riguroso y un entendimiento profundo del ecosistema. Acceder a los mejores gestores implica un desafío adicional: muchos de los fondos más reconocidos —como Sequoia, a16z, Kleiner Perkins o Union Square Ventures— están sobresuscritos y, en muchos casos, cerrados a nuevos inversionistas desde hace años. Endowments como Yale, Stanford y Harvard han cultivado relaciones de muchos años con los mejores gestores del mundo.
Además, los tickets mínimos requeridos para participar en estos vehículos suelen ser elevados, lo que dificulta su incorporación para fondos más pequeños o limita su capacidad de construir un portafolio diversificado de forma eficiente. En otros casos, algunos endowments no cuentan con equipos técnicos con la experiencia necesaria para evaluar y gestionar este tipo de estrategias, lo que restringe aún más su participación y reduce la posibilidad de generar convicción en estas estrategias.
Nuestra reflexión detallada sobre esta realidad, la cual pueden encontrar acá, es el motivo por el cual creamos nuestra estrategia de fondo de fondos.
Conclusiones
En definitiva, la experiencia de los endowments más sofisticados demuestra que estructurar el capital con visión de largo plazo no solo fortalece la sostenibilidad financiera, sino que también habilita una fuente concreta de ventaja competitiva. El venture capital, pese a su naturaleza ilíquida y su alta dispersión de resultados, ha probado ser un componente estratégico en la búsqueda de retornos extraordinarios y en la consolidación de portafolios resilientes.
En América Latina, cada vez más instituciones comprenden que el capital bien gestionado no es un recurso pasivo, sino una herramienta activa para cumplir misiones institucionales y sostener procesos de transformación a lo largo del tiempo. En este sentido, el capital se convierte en una fuente significativa de ventaja competitiva y de inmortalidad.
En nuestro contexto, los fondos de fondos de venture capital representan una solución eficiente para incorporar esta clase de activo en los portafolios institucionales. A través de vehículos como el de Veronorte, un endowment puede acceder a gestores de primer nivel mediante un gestor especializado y sin la necesidad de cumplir con altos montos mínimos por fondo, lo que permite construir un portafolio diversificado de venture capital de manera profesional y escalable.